Gracias a los que no pueden donar

Mi padre superó un cáncer de próstata hace más de cinco años. Mi madre hizo lo propio hace más de diez, con un cáncer de mama. Ambos tuvieron suerte y además pudieron recibir un tratamiento sin que nadie hubiera hecho ninguna donación para pagar quirófanos, bisturíes, analgésicos… Ni tan siquera el mocho con el que recogíamos los vómitos tras las sesiones de quimioterapia. Si mis padres se curaron fue gracias a los tratamientos que les aplicaron y a los equipos de los que la Seguridad Social disponía, pagados por las personas que se levantan todos los días a las 7, 8 o 9 de la mañana y que ahora se llaman recursos humanos, pero que a mí me gusta llamar trabajadores y que cotizan y pagan sus impuestos, sin que les sobre un duro para después donarlo a fines benéficos. Sin ellos, la curación de mis padres no habría sido posible. En países como Estados Unidos, habríamos tenido que rehipotecar la casa varias veces para poder pagar un tratamiento que no nos supuso ningún coste adicional, ya que en este país disfrutamos de una sanidad que pagamos entre todos, para que todos podamos disfrutarla aunque no la pudiéramos pagar.

Cuando personas como Amancio Ortega donan más de 300 millones a la sanidad para comprar máquinas de última generación, hay gente que se muestra muy agradecida en redes sociales y medios de comunicación. España gasta al año (o, mejor dicho, invierte) en el sistema sanitario unos 70.000 millones de euros. Sin ese dinero que paga los salarios de médicos, enfermeros, auxiliares, personal de limpieza, medicamentos, instalaciones, instrumental, investigación… Cualquier donación no vale absolutamente para nada, porque además, los equipos donados acarrearán gastos de personal, suministros, energía… Y harán que aumenten el número de detecciones, teniendo que aumentar el número de pruebas, tratamientos, operaciones… Lo cual necesita más personal, suministros… Que pagaremos con nuestros dineros todas esas personas que llegamos a fin de mes como podemos y que no tenemos los recursos que nos permiten contratar un ejército de asesores para beneficiarnos de una legislación que sólo pueden disfrutar aquellos a los que les sobra el dinero y pueden disponer de él en el país que más les guste y menos les cobre.

Porque nuestra sanidad es universal, que no gratuita y, que pasen estas cosas, debe recordarnos que no podemos permitir ni un solo recorte, porque cualquier céntimo de menos acaba costando vidas humanas. No podemos permitir que se meta la mano y que luego falte dinero para la Seguridad Social, no deberíamos poder permitir que personas que roban o despilfarran llegaran al poder y no debemos olvidar que las personas se curan todos los días de enfermedades que en otros lugares causan la muerte o la ruina.

Por eso esta entrada es para dar las gracias a los autónomos, asalariados, PYMES, becarios, amas de casa, etc. Sin vuestro trabajo y sudor diario, no tendríamos carreteras por las que circular, luz en las farolas que ascienden por las aceras, calles limpias (tampoco calles), policía, colegios, bomberos, aeropuertos… Y tampoco tendríamos hospitales ni médicos que puedierann tratar las enfermedades que serían mortales, de no tener un sistema de salud público que se mantiene y nos atiende gracias a los que pagamos todos los días lo que nos toca y no nos sacan en los medios de comunicación.

(Que te harán amar al opresor y odiar al oprimido, como decía Malcolm X).