Los descendientes de los conquistadores se quedaron a vivir allí.

Personalmente, no me gusta celebrar ningún día, porque al final tenemos un día para cualquier minúscula celabración y esto es un cachondeo sin sentido. Lo que no entiendo es la manía, seguramente fundada en una profunda ignorancia, de las personas que viven allá por las Américas, de cargar contra descubridores y conquistadores, cuando arriban estas fechas, a los que llaman genocidas, como si estos hubieran habitado antes de su llegada, en una Itaca pacífica y cuyos pilares se sostenían en unos sistemás económicos y jurídicos que garantizaban la riqueza y la igualdad social. Antes de la llegada de los hispánicos, los que vivían allí no eran mejores. Los aztecas realizaban sacrificios humanos y esclavizaban a los pueblos vecinos que los temían por su crueldad. Los incas tenían esclavos y en sus guerras desolaban, quemaban y desollaban vivos a los rivales. Los mayas también se dedicaban a los sacrificios humanos de mujeres, hombres y niños, vivían en constantes luchas, torturaban a los prisioneros y ostentaban con orgullo sus cabezas cercenadas.

Cargar contra quienes mataron o desterraron a los que vivían antes en sus territorios es un absurdo. Odiar a los españoles por invadir sus territorios es algo que no tiene ningún sentido, primero, porque quienes invadieron esas fértiles orillas no son nuestros antepasados, sino los suyos. Los nacidos de los hijos de quienes mataron, saquearon y conquistaron, no volvieron a España, sino que se establecieron allí donde la fortuna les había sido favorables. Segundo, porque todos los pueblos son la consecuencia de la suma de guerras, conflictos, conquistas, anexiones y acuerdos que los habitantes anteriores han fraguado entre sí y, los que vivimos ahora en un lugar determinado, somos como somos precisamente a causa de tales acontecimientos.

La historia de la humanidad es la de hermano contra hermano, pueblo contra pueblo, desde el inicio de los tiempos. En nuestra amada Iberia deberíamos odiar a los árabes por ocuparnos, a los visigodos por acabar con la hegemonía romana, a los romanos por exterminar a los íberos, celtas, astures, cartagineses, fenicios… Lo cual es una pérdida de tiempo que además supone cargar contra quines al final se mezclaron entre ellos y nos hicieron a nosotros tal y como somos. Si no entendemos que lo que somos ahora es el resultado de la mezcla de muchas gentes provenientes de otros tantos lugares, no habrá servido para nada tanto dolor y violencia sufridos en tiempos pasados, que es como se ha construido cualquier civilización y la información que debe procurarnos la capacidad para entender que todos somos los hijos de los mismos bárbaros que han luchado durante milenios entre sí, lo cual nos convierte prácticamente en hermanos con la potencial voluntad para dejar de hacer el imbécil y cesar en la búsqueda de más división para, en su lugar, buscar esos nexos comunes que todos tenemos y portamos en nuestro interior, para acabar con todo rastro de la violencia y el odio que llevamos arrastrando desde los albores de nuestros orígenes.