La clave del éxito de la educación en Estonia no es la innovación

Cuando Finlandia obtuvo la máxima puntuación en el informe PISA, nos vendieron las bondades de una metodología que acababan de implementar al currículum y no era la que había hecho que los resultados de sus alumnos fueran los mejores. Más de una década después, los resultados de esa política educativa innovadora han dejado a los estudiantes finlandeses fuera de los primeros puestos en la lista que elabora la OCDE. Ahora Estonia es el país cuyos estudiantes obtienen mejores resultados y los titulares nos lanzan la idea de que es gracias a la innovación y al uso de la tecnología en el aula. Pero no es verdad.

Hacia eso va el sistema educativo estonio, pero no es eso lo que les ha llevado al primer puesto. Tampoco entienden la innovación como nosotros. Allí no hacen que usen ChromeBooks, ni que vean vídeos en Youtube haciendo una «flipped classroom», no gamifican las clases, ni tienen todos los críos acceso a una tablet o móvil en el aula para aprender basándose en proyectos, siendo el maestro un mero acompañante. Desde los cinco años les enseñan a programar y usan ordenadores de sobremesa y portátiles. Esto no los convierte en usuarios de dispositivos y aplicaciones, los convierten en los ingenieros y programadores que las crean. Pero esto es, además, lo que están haciendo desde hace unos años, no lo que llevan haciendo desde décadas, que es lo que les ha llevado a estar cada vez mejor posicionados en la clasificación que hace el informe PISA, hasta llegar al número uno.

Las claves las podemos leer en este artículo de 2014, en el que explican que el éxito se debe a un currículum que se diseñó en 1996, hace más de 20 años, en el que colaboraron los docentes. Vamos, como en España, que cada 4 años nos cambian el currículum los gobiernos de turno y lo elaboran «expertos» que jamás han pisado un aula. Según este artículo, publicado antes de que Estonia ocupara el primer lugar en la lista del informe PISA, las claves del éxito son:

  • La igualdad de oportunidades
  • La gratuidad de la educación en todos los niveles
  • La autonomía del profesorado.
  • La profesionalidad del profesorado.
  • La percepción de la importancia de la educación por parte de la sociedad.
  • La estabilidad de los currículums diseñados a largo plazo contando con los docentes.
  • Clases de refuerzo en horario extraescolar para los alumnos con dificultades.

Los alumnos en Estonia lo tienen todo incluido mientras el sistema les está proporcionando una formación. Desde el autobús, a las actividades extraescolares, pasando por la comida del colegio. Las escuelas no segregan ni seleccionan al alumnado. El profesorado tiene un alto nivel de formación, la sociedad lo respeta y las escuelas los seleccionan. Los padres tienen un alto nivel de implicación en la educación de sus hijos y el currículum educativo tiene más de 20 años.

Me cuesta encontrar el papel de la innovación en este artículo del 2014 y en las palabras de los educadores estonios antes de estas fechas. Veo, sin embargo, cosas muy parecidas a las que hicieron de Finlandia el number one, como la importancia que le da la sociedad a la educación y la gratuidad de todo lo relacionado con lo educativo hasta niveles altos. De hecho, lo que leo es todo lo contrario, que tienen que implementar en la educación el pensamiento innovador: «We have to put more effort into enhancing creativity and analytic, innovative and critical thinking,». Es decir, no han llegado a las mejores calificaciones innovando, sino sin innovación. Han llegado al número uno garantizando que la educación sea universal, seleccionando al profesorado que consta de profesionales muy valorados por la sociedad, que participan en el diseño curricular y con un sistema educativo estable a lo largo de décadas. Y atendiendo a los alumnos con problemas fuera del aula y fuera del horario escolar.

Ya veremos el resultado de implementar la innovación digital en el aula dentro de 10 años, como vimos en Finlandia, país que ya es consciente de las malas consecuencias y que está empezando a frenar y a dar pasos hacia atrás. Por cierto, en Estonia se repite curso. Es decir, o te esfuerzas, o lo intentas otra vez.

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